¿Votar desde los 16 años? A favor
Malala Yousafzai actualmente tiene 26 años, pero desde hace tiempo lucha por el derecho a la educación de los niños. En concreto, de las niñas pakistaníes. Desde muy joven ha peleado por los derechos civiles y por destapar las políticas represivas del régimen talibán en Pakistán. Esta honrosa labor casi acabó con su vida en 2012, al sufrir un disparo en la cabeza en un autobús escolar. Afortunadamente, sobrevivió y siguió reivindicando los derechos de los niños. En 2014, a los 17 años, recibió el Premio Nobel de la Paz, convirtiéndose en la persona más joven de la historia en ganarlo. Malala aún era menor de edad. Por aquel entonces, en su país no tenía libertad para votar por cuestiones misóginas, pero en la mayoría del resto del mundo tampoco, aunque por su edad.
Reducir la edad legal a los 16 años es un debate que ya lleva varios años en la palestra. En la Unión Europea (UE), 5 Estados miembros permiten votar a los jóvenes en las elecciones europeas desde que cumplen esta edad: Austria, Alemania, Malta, Bélgica y Grecia (este último si en 2024 cumplen 17 años). En otros países, como España, es una propuesta aún por materializar.
La edad legal para trabajar y para tomar decisiones sanitarias en Europa son los 16 (o incluso los 15), hay adolescentes que votan más que los adultos; según el campo de la psicología, el razonamiento lógico de una persona de 16 años funciona igual que el de un adulto y hay infinidad de ejemplos de adolescentes como Malala Yousafzai que han dado lecciones de madurez y compromiso social. Por tanto, es legítimo abrir una vez más este debate.
«Sabemos que cuando los jóvenes empiezan a votar a temprana edad, tendrán más probabilidades de seguir votando más adelante en sus vidas», sostiene el Foro Europeo de la Juventud. Brindarle a los adolescentes la oportunidad de votar e implicarse políticamente puede hacer que se informen más y que adquieran una madurez política y social antes de lo habitual. Además, al incluirles en el grupo de población que puede ejercer el sufragio activo, aumenta la participación, tan castigada desde el inicio de la pandemia.
Un ejemplo es que en Escocia, en el referéndum de independencia de 2014, la participación de los jóvenes de 16 y 17 años fue más alta que la de los jóvenes de 18 y 19 años: 75% frente a 60%. Según los impulsores del estudio, de la Universidad de Edimburgo, las causas de este fenómeno son que los chicos y chicas de 16 años están en una fase vital más tranquila y, por tanto, tienen más tiempo para informarse y reflexionar sobre las opciones políticas. En cambio, ocurre que a los 18 y 19 años, entran en la universidad, cambian de ciudad, experimentan nuevas vivencias, tienen más obligaciones… Lo que implica que tengan menos tiempo para pensar en unos eventuales comicios. La falta de tiempo y el ritmo frenético vital, nos hace esclavos.
Según la neurociencia, el cerebro a los 16 años es demasiado emocional e inmaduro, por lo que calan con facilidad los mensajes extremos, tan en alza hoy en día. No obstante, los neurocientíficos también apuntan que la corteza prefrontal del cerebro se termina de desarrollar a los 21. Entonces, ¿retrasamos el derecho a voto a los 21? ¿O hasta los 26 si tardas más en adquirir la madurez cerebral?
Siempre hay riesgos a la hora de tomar decisiones, pero el argumento de que los razonamientos lógicos del ser humano a los 16 años son igual de estables que los de un adulto es fundamental para arriesgar con control y permitir que los adolescentes de 16 y 17 años puedan votar, porque, aunque no ocurra, depositar una papeleta en la urna debería ser una decisión racional. Algunas voces oportunistas podrán decir que, por lo tanto, ¿por qué no lo ampliamos hasta los 14 años? Hay que marcar un límite. A los 16, cuando ya estás cerca de ser un adulto y cuando ya tienes responsabilidades, es apropiado.
En los países balcánicos permiten votar desde esta edad, pero solo si trabajan. Es una medida a estudiar, interesante, porque quizá hay que justificar de alguna manera una madurez suficiente para decidir algo tan importante como a quién votas. No obstante, las personas mayores que están jubiladas -y algunas de ellas, tristemente, bajo mínimos en términos de facultades cognitivas- y sin empleo conservan al cien por cien su derecho a ejercer al voto. ¿Merece más votar una persona de 95 años que una chica de 17? Por supuesto, es un tema sensible y, sin duda, nuestros abuelos se han ganado durante toda su vida el derecho a voto. Pero, en términos de facultades y capacidades, los jóvenes de 16 y 17 años también se lo han ganado.
Greta Thunberg empezó a realizar activismo climático a los 15 años. Malala Yousafzai comenzó a luchar por los derechos humanos a los 11. Jack Andraka inventó un sistema para detectar el cáncer a los 15. Amika George, a los 17, organizó una protesta en Londres para promover los productos menstruales sanitarios gratuitos. Y, barriendo para casa, el tenista Carlos Alcaraz -en el plano deportivo- ganó su primer partido a nivel profesional a los 16. Si algunos países europeos son conscientes de la valía y la madurez de esta franja de edad, permitiendo que sus late teenagers voten los próximos 6, 7, 8 y 9 de junio; sería conveniente que este derecho se extendiese a los 27 para equiparar los derechos de sufragio activo en toda la Unión.