Berlín: arte, reivindicación e introspección

Berlín: arte, reivindicación e introspección

Lunes. Llego a la Estación Central de Berlín, es casi de noche. En la salida, veo una réplica del trofeo de la Eurocopa de fútbol y recuerdo que este verano es en Alemania y que el madridista Toni Kroos se retirará después del torneo. Continúo andando hacia la salida, veo a taxistas metiendo codos y usando en demasía el claxon. Me recuerda a España. También, escucho a un niño gritar a su madre como si no hubiera un mañana. Esto también me recuerda a España, pero es verdad que el berreo teutón es más impactante. Llego a la estación del tranvía y una señora muy amable, sin que yo le llegue a preguntar, me ayuda a orientarme. En inglés, eso sí. Al despedirse, me dice ‘tschüs’. Significa adiós. Yo ya conocía algunas palabras en alemán, pero no las suficientes para articular una frase fuera de Duolingo.

Siempre que viajo al extranjero tengo la misma sensación. Estoy en un país diferente, con historia, lengua y tradiciones singulares. No obstante, para mí la esencia es la misma. Algunas personas van mirando al móvil en el transporte público. Otras, van escuchando música, o hablan con el de al lado. Incluso, ríen. Hay gente en los bares, gente pidiendo dinero, gente con prisa… En el albergue, por ejemplo, la gente te saluda, te recibe amablemente y te pregunta de dónde eres; como se hace en España. Aunque estoy en una ciudad y un país distinto, siento que en el fondo la vida funciona igual. Eso sí, hay algunas pequeñas diferencias. En Berlín hay muchas bicicletas y carriles bici. El muñeco en verde o en rojo del semáforo es distinto a los que vemos en España. En el supermercado, hay muchas más opciones vegetarianas y veganas y los precios en general son más altos, como los salarios.

Experiencia en el albergue

El albergue se llama East Seven, muy recomendable para la Generación Z. Todas las tardes y noches, se hacen actividades. Conciertos, cenas temáticas, juegos… Si viajas solo, es ideal para socializar. Pero, antes de avanzar con la crónica, quería pararme en el momento de mi llegada. Abro la puerta, me recibe Max, trabajador del albergue. Veintimuchos. Habla inglés en el modo X2 de WhatsApp, pero entiendo las explicaciones y normas del albergue incluso en cámara rápida.

Al llegar a la habitación saludo a un chico de Escocia. A Jamie le entiendo el 50% de lo que dice, suficiente de todos modos para comprobar que era muy buen chaval. De hecho, esta primera noche me pregunta si le puedo prestar la pasta de dientes y por no decir ¿what? 5 veces, le contesto con un tímido no. A los pocos segundos, veo su cepillo de dientes en la mano y le digo: Excuse me, I didn’t understand you. Y le presto la pasta de dientes. En la habitación también hay una chica canadiense, a ella se le entiende muy bien. Es agradable, muy sociable. La escuché hacer dos vídeo llamadas en 10 minutos, mientras yo colocaba mis cosas. Quiere ser doctora y es su gran objetivo en la vida.

En el resto de mi estancia hablé con gente de Italia, Gales, Estados Unidos, Australia, Alemania, Brasil, Argentina, Canadá de nuevo, Francia, Chile y México. La Organización de las Naciones Unidas. La mayoría de conversaciones, poco relevantes. Un par de ellas, enriquecedoras y que te hacen sentirte bastante vivo y conectado con el mundo. He tenido la sensación de que es difícil implicarse, mostrar entusiasmo, cuando sabes que en tres días esa persona desaparecerá totalmente de tu vida. También es cierto que algunos anglosajones nativos imponen, cuesta un poco más tener una conversación productiva con ellos porque hay una diferencia de nivel. Con los alemanes, brasileños o canadienses (que también son nativos); mejor.

Ciudad histórica

En cuanto a la ciudad, es la historia hecha civilización. Cuando caminas por la East Side Gallery, por el Barrio judío, por el Memorial del Muro de Berlín, por la Isla de los Museos o te sientas en el césped en frente de la Catedral; percibes que estas en un lugar importante. Quizá a mí me lo pareció aún más por la entrevista que hice al director de la Fundación Muro de Berlín; Axel Klausmeier. Como toda buena ciudad, la cruza un río; en este caso el Spree. Además, la gente es muy variopinta. Diferentes estilos, diferentes nacionalidades. Es entretenido mirar a la gente de tu alrededor en Berlín. Por supuesto, también había españoles. A veces, escucho voces (españolas).

Mención especial a la East Side Gallery, una parte del antiguo Muro que ahora es la exposición artística al aire libre más larga del mundo. Más de un kilómetro de ilustraciones que demuestran que Berlín es una ciudad histórica y artística. Sin olvidar su carácter reivindicativo. Presencié cerca de la puerta de Brandemburgo un homenaje a Alekséi Navalni y conmemoraciones a favor de Ucrania, Palestina e Israel. Y grafitis, muchos grafitis antifascistas y antisionistas.

Lee hasta el final

Un día fui a la Universidad de Artes de Berlín a hacer entrevistas para mi futuro podcast sobre las elecciones europeas y los jóvenes. Muchos jóvenes me dijeron amablemente que perdían el autobús, pero los que me respondieron estaban bastante comprometidos con la política y con votar el próximo 9 de junio. Un chico, estudiante de arquitectura, me dijo directamente que el problema de la Unión Europea es que los electores votamos al Parlamento Europeo pero que quien corta el bacalao es la Comisión Europea. También me dijo que estudió Periodismo, pero que acabó descontento -una vez ya trabajando- y se cambió. Alentador.

En estos días en la capital alemana he descubierto de primera mano que viajar solo es una experiencia diferente. Hay momentos regulares y momentos buenos. Se trata de buscar un equilibrio entre socializar y estar a tu aire. Me gusta hablar con alguien de otro país, en inglés, y conocer su historia. Pero también me gusta ir a un museo y no estar pendiente de si la persona que tengo al lado está disfrutando, si tiene hambre o si quiere hacer otra cosa. Por suerte, a mí me gusta estar solo; pero hasta cierto punto. Veremos qué tal se da la búsqueda de la introspección, sin olvidar el animal social que llevamos dentro, en los siguientes destinos.